¿Qué tal si te llamo?
Quiero platicar de nada.
Quizá no estaría mal una taza de café (o de té, yo qué sé) con la vecina.
Podría ser también quedarme aquí ensimismada en mi soledad con Rayuela y Dexter Gordon y la cajetilla sin encender.
O también, por qué no, podría llamarte y conciertizar (sí, eso de hacer concierto) con Tina Brooks y bailar así de lejos cada quien en su vidriera, cada quien con su ritmo pero bailamos y platicamos de nada y te escucho en altavoz prender otro frajo en otra dimensión y en su verdad cada quien, y bailamos, bailar jazz es de esas cosas que denomino como ricas, tú lo sabes yo sé que sí.
¿Qué tal? Como verás hay tres opciones pero qué tal si hacemos lo último en lugar de lo primero o lo segundo, mejor así hacemos y no sólo hago.
Y creerás que he estado hablando con la pared (pero más con el perro que con la pared) todo este tiempo mientras me observa perplejo y se burla de mis balbuceos. Y sí, bailo sola, y sí bailo con Gordon, y sí también con Rayuela en una mano y un cigarro en la otra, y sí parece que el cielo quiere derramarse en lluvia.
Pero en serio, amor, ¿qué tal si te llamo?
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