Te entiendo.
No. No es cierto, no logro comprender ni un centímetro de ti ni de tu existir. Ni siquiera puedo entender éste amor. Qué patética ¿no? Por supuesto, claro que lo soy, está en mí. Está en mí, mantener relaciones así, tan ilógicas. Já.
Seguiré en ti, siempre. Sigo sintiendo todas y cada una de tus dulces palabras acariciando mis ojos, oídos y labios, así como yo acaricié tus piernas sin tocarlas.
Un día encenderé un pitillo, un día como hoy, pero no, otro con más valor. Mientras, te fumaré despacio, el mejor toque de mi vida y el último de la tuya en mi memoria. Tú. Tú serás la nicotina. ¿Acaso ya es así? Entonces es por eso que no logro deshacerme de ti. Ahora que lo veo así pienso que sucede que eres un cigarro sin filtro, te faltó ése importante elemento que reduce el daño que me causas al fumarte. Aun así el daño estaría hecho, igualmente sería menor. Pero te fumé. Te disfruté. Te disfruté tanto, tanto... Y me dañaste tanto. Me dañé. Entonces ¿quién dañó a quién? Yo. Yo. Yo. A mí. Y sabes, fue todo un placer dejarme horadar por tus afilados latidos, siempre tan punzantes en mi débil y ahumado pecho.
Gracias, mi amor.
No comments:
Post a Comment